The only way we feel alive {Alex}
2 participantes
Página 1 de 1.
The only way we feel alive {Alex}
Dolió. Realmente, la cabeza me daba vueltas.
Tanteé la madera bajo mi mano, y abrí los ojos. La oscuridad es todo lo que ví.
A penas unos segundos, eso fue lo que tardé en percatarme de lo que había ocurrido. Me llevé los dedos a la frente, justo al lugar donde dolía, y una pequeña protuberancia había nacido justo en entre la división de mi frente y el cuero cabelludo. Maldición. Me senté, apoyando mi espalda al borde la cama. Mis compañeras continuaban durmiendo. Sus respiracionea acompasadas e ininterrumpidas lo dejó claro. Mantuve la mano sobre la frente. Mientras todo dejaba de dar vueltas.
No sé sí había sido una estúpida visión.
No sé sí fue una pesadilla.
Por el momento iba a valer aquello a mi inconsciente que olvidó mantener mi cuerpo en tiempo y espacio, y me dejó rodar hacía un lugar donde ya se había acabado la cama. La mesa de noche hizo su trabajo, y el chichón en mi frente iba a tardar algún rato en desaparecer. Me rasqué la cabeza, odiaba despertar en la noche.
Sí. Sobre todo de aquella manera.
Luego ya no podía volver a dormir. Aunque me obligara.
Me coloqué la capa negra, con la inscripción de Gryffindor en una placa sobre el lado izquierdo del pecho, la varita que se encontraba bajo la almohada, fue deslizada hacía mi bolsillo, y pronto me encontré escabullendo por los pisos, en busca de los pasadizos que conocía. Ni un alma. Curioso, sobre todo por los fantasmas que habitaban en el Castillo. Hasta los cuadros soltaban sus ronquidos de vez en cuando, provocando un mini infarto, que pronto se convertía en una sonrisa en mis labios.
Una voz conocida, susurró a mis oídos, de forma invisible, gracias a los juegos mentales, que podría bien llamar, como consciencia. Creo que se parecía a Drew. Algo sobre lo mal que estaba romper las reglas. Él también lo hacía. Cuando le convenía, así que..
Los campos del lugar no se encontraban diferentes al Interior. Con un manto lúgubre cubriéndolos con elegancia. El sonido de la nada misma, y de una ligera brisa que amenazaba con anunciar una tormenta allá bajo los negros nubarrones que adornaban el firmamento. Salté sobre un charco, empapando el pantalón del pijama, y la parte inferior de la capa. Más allá, se abría paso el imponente y tenebroso bosque prohibido.
Un ligero escalofrío que reconocí como adrenalina me recorrió de pies a cabeza. Sonreí con sorna, sentándome en una escalinata abandonada, entre algunos arbustos, detrás de mi… los monumentos que olvidados, e ignorados representaban la peor guerra que se habría librado en el mundo mágico. Muchos alumnos habían muerto, defendiendo el colegio. Me preguntaba sí nosotros..alguna vez…
Me levanté. Observando fijamente detrás de la cabaña del Guardabosques, una muy ligera lucecilla captó toda mi atención. Habría jurado que era un lumus. Aunque quién sea que lo hubiese conjurado, ya había desistido de aquello. Porque la oscuridad es todo lo que noté luego. Caminé hacía aquel lugar, colocándome la capucha sobre la cabeza, y con mi mano sosteniendo la varita dentro de mi bolsillo derecho. Aún sentía pálpitos sobre la frente. Probablemente estuviese roja sobre el lugar del golpe.
Te vas a meter en problemas
El bosque esconde peligros inimaginables
Sí fuera tan peligroso, estaría realmente prohibido su paso, fácilmente podrían conjurar un hechizo de protección, y si no lo habían hecho aquello era una vil mentira para asustarnos. Aparté, algunas ramas, a medida que me internaba más en aquel lugar, casi caí en un momento, cuando mi pie se engancho bajo una pequeña raíz. Me giré. Un sonido se extendía en un radio bastante cerrado.—50 puntos menos por andar rondando fuera del horario estipulado. De 100 a posible expulsión, por visitar lugares prohíbidos, sumado a los horarios nocturnos. No deberías arriesgarte.—Comenté de forma divertida rascándome la cabeza con la punta de la varita, mientras esperaba que la persona que andaba por allí se apareciera. Sería tan divertido que estuviera equivocada y apareciera algún peligro real, como con los que solían asustarnos. Pero sólo eran cuentos infantiles.
Tanteé la madera bajo mi mano, y abrí los ojos. La oscuridad es todo lo que ví.
A penas unos segundos, eso fue lo que tardé en percatarme de lo que había ocurrido. Me llevé los dedos a la frente, justo al lugar donde dolía, y una pequeña protuberancia había nacido justo en entre la división de mi frente y el cuero cabelludo. Maldición. Me senté, apoyando mi espalda al borde la cama. Mis compañeras continuaban durmiendo. Sus respiracionea acompasadas e ininterrumpidas lo dejó claro. Mantuve la mano sobre la frente. Mientras todo dejaba de dar vueltas.
No sé sí había sido una estúpida visión.
No sé sí fue una pesadilla.
Por el momento iba a valer aquello a mi inconsciente que olvidó mantener mi cuerpo en tiempo y espacio, y me dejó rodar hacía un lugar donde ya se había acabado la cama. La mesa de noche hizo su trabajo, y el chichón en mi frente iba a tardar algún rato en desaparecer. Me rasqué la cabeza, odiaba despertar en la noche.
Sí. Sobre todo de aquella manera.
Luego ya no podía volver a dormir. Aunque me obligara.
Me coloqué la capa negra, con la inscripción de Gryffindor en una placa sobre el lado izquierdo del pecho, la varita que se encontraba bajo la almohada, fue deslizada hacía mi bolsillo, y pronto me encontré escabullendo por los pisos, en busca de los pasadizos que conocía. Ni un alma. Curioso, sobre todo por los fantasmas que habitaban en el Castillo. Hasta los cuadros soltaban sus ronquidos de vez en cuando, provocando un mini infarto, que pronto se convertía en una sonrisa en mis labios.
Una voz conocida, susurró a mis oídos, de forma invisible, gracias a los juegos mentales, que podría bien llamar, como consciencia. Creo que se parecía a Drew. Algo sobre lo mal que estaba romper las reglas. Él también lo hacía. Cuando le convenía, así que..
Los campos del lugar no se encontraban diferentes al Interior. Con un manto lúgubre cubriéndolos con elegancia. El sonido de la nada misma, y de una ligera brisa que amenazaba con anunciar una tormenta allá bajo los negros nubarrones que adornaban el firmamento. Salté sobre un charco, empapando el pantalón del pijama, y la parte inferior de la capa. Más allá, se abría paso el imponente y tenebroso bosque prohibido.
Un ligero escalofrío que reconocí como adrenalina me recorrió de pies a cabeza. Sonreí con sorna, sentándome en una escalinata abandonada, entre algunos arbustos, detrás de mi… los monumentos que olvidados, e ignorados representaban la peor guerra que se habría librado en el mundo mágico. Muchos alumnos habían muerto, defendiendo el colegio. Me preguntaba sí nosotros..alguna vez…
Me levanté. Observando fijamente detrás de la cabaña del Guardabosques, una muy ligera lucecilla captó toda mi atención. Habría jurado que era un lumus. Aunque quién sea que lo hubiese conjurado, ya había desistido de aquello. Porque la oscuridad es todo lo que noté luego. Caminé hacía aquel lugar, colocándome la capucha sobre la cabeza, y con mi mano sosteniendo la varita dentro de mi bolsillo derecho. Aún sentía pálpitos sobre la frente. Probablemente estuviese roja sobre el lugar del golpe.
Te vas a meter en problemas
El bosque esconde peligros inimaginables
Sí fuera tan peligroso, estaría realmente prohibido su paso, fácilmente podrían conjurar un hechizo de protección, y si no lo habían hecho aquello era una vil mentira para asustarnos. Aparté, algunas ramas, a medida que me internaba más en aquel lugar, casi caí en un momento, cuando mi pie se engancho bajo una pequeña raíz. Me giré. Un sonido se extendía en un radio bastante cerrado.—50 puntos menos por andar rondando fuera del horario estipulado. De 100 a posible expulsión, por visitar lugares prohíbidos, sumado a los horarios nocturnos. No deberías arriesgarte.—Comenté de forma divertida rascándome la cabeza con la punta de la varita, mientras esperaba que la persona que andaba por allí se apareciera. Sería tan divertido que estuviera equivocada y apareciera algún peligro real, como con los que solían asustarnos. Pero sólo eran cuentos infantiles.
Última edición por May Van Hart el Mar Jul 26, 2011 10:43 pm, editado 1 vez
May Van Hart- Alumn@ Gryffindor
- Mensajes : 22
Galeones : 711
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Re: The only way we feel alive {Alex}
En todos los años que llevaba visitando casi cada semana el bosque prohibido, jamás me había encontrado nada que semejase siquiera ser peligroso. Quizás algún insecto molesto, o incluso mosquitos que se pasaban el día intentando picarme, pero aparte de eso, nada. Tenía la teoría de que el bosque sabía quien suponía un peligro para el, así que procuraba no alterar nada, ni molestar a posibles criaturas del bosque. —Lumus maxima—susurré, y pude observar como la luz provocaba que una lechuza alzara el vuelo. Su sombra se perdió en el estrellado firmamento tras unos instantes.
Desvié mi mirada del lugar del cual el ave había despegado, recostandome contra un árbol con actitud pensativa y concentrada mientras miraba con seriedad la varita, como si de esta forma fuera a comprender mejor lo que quería. El motivo por el cual me encontraba en el Bosque Prohibido ignorando las repetidas advertencias de los prefectos e incluso profesores: la animagia.
¿Cuanto tiempo llevaba ya investigando sobre el tema? ¿Dos, tres o incluso puede que cuatro años? Todos los libros de la biblioteca acerca de ello habían pasado por mis manos, las clases de Transformaciones en las cuales tocabamos el asunto me salían con una natural facilidad. La teoría la tenía asumida, ahora, me faltaba la parte práctica. Supuestamente debía resultar sencillo, aunque los pasos a seguir eran más bien complejos. Para empezar, debías saber qué animal ibas a ser, y no era algo que tú eligieras sino que depende de tu personalidad. Una persona cuyas mayores aspiraciones eran superiores a la importancia que otorgaba a las amistades no podría ser un perro, puesto que su lealtad es prácticamente nula. Según otro libro, Los misterios de la animagia de Neil Henricks, descubrir tu animal interior requería concentración y capacidad de controlarse a si mismo, supuestamente tras un tiempo empezaría a aparecerte en sueños repetidas veces, y en ese momento puedes comenzar la parte práctica y dura: sentirlo dentro.
—Vamos, maldito lobo, mira la luna...—alcé la mirada encontrandola con el cuarto creciente que adornaba el cielo y sonreí vagamente. En mi caso, el lobo era mi animal. Leal, independiente y protector con aquellos que aprecia, sin duda era perfecto para mí. Había leído en diferentes ensayos que sentirlo era lo más importante de todo. La transformación en sí jamás podría realizarse sin una buena base, sin tú convertirte en uno con el susodicho animal. Por eso algunas personas eran incapaces de hacerlo, requería un nivel de visualización asombroso. Tenías ya no solo que sentirte como el animal, sino que verte como él, con los detalles, con viveza y colores, como si ya te hubieras transformado. Después, debías efectuar el hechizo que llevaría el cambio. Encantamientos no verbales, por supuesto. Y, finalmente, no desconcentrarte durante la transformación. Al principio, advertían, tardarás varios minutos en la transformación y en volver a ser un humano, y aunque lo mantengas poco tiempo te dejará exhausto. Luego, a medida que adquieres práctica, tus habilidades mejoran. Es entonces cuando puedes comenzar a considerarte un animago.
Pero aunque todo eso sonase fácilisimo, no lo era. Yo de momento tenía que conformarme con mirar la luna cuando tenía la oportunidad, e intentar comprender al máximo la actitud de los lobos. Tenía la ventaja inicial de que siempre adoré a esos animales. Una nube cubrió la luna en ese momento y con un suspiro me levanté, quitando el lumus, para evitar ser descubierto...
Y al parecer, era demasiado tarde.
Tras unos segundos de tensión me relajé. La voz me era conocida, sonreí negando con la cabeza, y salí para que May pudiera verme.—¿Y qué vas a hacer? ¿Acusarme? Caerías conmigo, Van Hart.—me reí guardando la varita en el bolsillo y dirigiendole mi clásica sonrisa aniñada. Se veía tan guapa como siempre, incluso bajo la escasa luz de las estrellas podía notarlo.—¿Otra noche de insomnio, pequeña vidente?—pregunté, con mofa en las dos últimas palabras, sabedor de lo mucho que le incordiaban, pero no podía evitarlo. Adoraba molestarla, al menos era un pequeño medio de llamar su atención.
Desvié mi mirada del lugar del cual el ave había despegado, recostandome contra un árbol con actitud pensativa y concentrada mientras miraba con seriedad la varita, como si de esta forma fuera a comprender mejor lo que quería. El motivo por el cual me encontraba en el Bosque Prohibido ignorando las repetidas advertencias de los prefectos e incluso profesores: la animagia.
¿Cuanto tiempo llevaba ya investigando sobre el tema? ¿Dos, tres o incluso puede que cuatro años? Todos los libros de la biblioteca acerca de ello habían pasado por mis manos, las clases de Transformaciones en las cuales tocabamos el asunto me salían con una natural facilidad. La teoría la tenía asumida, ahora, me faltaba la parte práctica. Supuestamente debía resultar sencillo, aunque los pasos a seguir eran más bien complejos. Para empezar, debías saber qué animal ibas a ser, y no era algo que tú eligieras sino que depende de tu personalidad. Una persona cuyas mayores aspiraciones eran superiores a la importancia que otorgaba a las amistades no podría ser un perro, puesto que su lealtad es prácticamente nula. Según otro libro, Los misterios de la animagia de Neil Henricks, descubrir tu animal interior requería concentración y capacidad de controlarse a si mismo, supuestamente tras un tiempo empezaría a aparecerte en sueños repetidas veces, y en ese momento puedes comenzar la parte práctica y dura: sentirlo dentro.
—Vamos, maldito lobo, mira la luna...—alcé la mirada encontrandola con el cuarto creciente que adornaba el cielo y sonreí vagamente. En mi caso, el lobo era mi animal. Leal, independiente y protector con aquellos que aprecia, sin duda era perfecto para mí. Había leído en diferentes ensayos que sentirlo era lo más importante de todo. La transformación en sí jamás podría realizarse sin una buena base, sin tú convertirte en uno con el susodicho animal. Por eso algunas personas eran incapaces de hacerlo, requería un nivel de visualización asombroso. Tenías ya no solo que sentirte como el animal, sino que verte como él, con los detalles, con viveza y colores, como si ya te hubieras transformado. Después, debías efectuar el hechizo que llevaría el cambio. Encantamientos no verbales, por supuesto. Y, finalmente, no desconcentrarte durante la transformación. Al principio, advertían, tardarás varios minutos en la transformación y en volver a ser un humano, y aunque lo mantengas poco tiempo te dejará exhausto. Luego, a medida que adquieres práctica, tus habilidades mejoran. Es entonces cuando puedes comenzar a considerarte un animago.
Pero aunque todo eso sonase fácilisimo, no lo era. Yo de momento tenía que conformarme con mirar la luna cuando tenía la oportunidad, e intentar comprender al máximo la actitud de los lobos. Tenía la ventaja inicial de que siempre adoré a esos animales. Una nube cubrió la luna en ese momento y con un suspiro me levanté, quitando el lumus, para evitar ser descubierto...
Y al parecer, era demasiado tarde.
Tras unos segundos de tensión me relajé. La voz me era conocida, sonreí negando con la cabeza, y salí para que May pudiera verme.—¿Y qué vas a hacer? ¿Acusarme? Caerías conmigo, Van Hart.—me reí guardando la varita en el bolsillo y dirigiendole mi clásica sonrisa aniñada. Se veía tan guapa como siempre, incluso bajo la escasa luz de las estrellas podía notarlo.—¿Otra noche de insomnio, pequeña vidente?—pregunté, con mofa en las dos últimas palabras, sabedor de lo mucho que le incordiaban, pero no podía evitarlo. Adoraba molestarla, al menos era un pequeño medio de llamar su atención.
Alexander Vance- Alumn@ Gryffindor
- Mensajes : 55
Galeones : 693
Fecha de inscripción : 23/07/2011
Re: The only way we feel alive {Alex}
Deslicé la varita, con suavidad, sin prisas, una vez más dentro del bolsillo interior que poseía la capa reglamentaria, utilizada casi diariamente para mis rondas nocturnas. Sí no me despertaba cayendo de la cama, los motivos se hallaban bajo alguna estúpida visión, o simplemente por la ansiedad de querer salir de aquel cuarto, de no sentirme tan encerrada, o tal vez, de encontrar un momento a solas, con el viento helando mi rostro, el sonido de las praderas vacías, y las respiraciones de las criaturas que descansaban tranquilas en las copas de los árboles.
Alexander Vance. Gryffindor. 16 años. Buscador del equipo de Quidditch. Compañero de castigos, y alguien con quién siempre, no importaba el momento, acababa discutiendo. A veces creía que me molestaba adrede. Iza, por otro lado, siempre me miraba de aquella forma cuando me quejaba de él, una forma particular que nada me gustaba, pero que siempre ponía en situaciones como aquellas. Drew..él, sólo fruncía los labios. Creo que en el fondo se aguantaba de no ir a quitarle un par de puntos sólo por su comportamiento para conmigo. Sin embargo, y fuera de aquellas particularidades, éramos buenos amigos.
Enlacé mis brazos, por encima de mi pecho, observándole directamente a los ojos, con una sonrisa burlona dibujada en la comisura de mis labios. Sí había algo en que nos parecíamos, me costara infinitamente admitirlo, era en los comportamientos. Los profesores más amargos, aún, buscaban quién de los dos era la malainfluencia perfecta. Hasta el momento, y por lo que había oído en sus charlas de mayores maduros hablando sobre la educación, íbamos bastante empatados.
Métodos distintos, pero con el mismo fin, a diferencia de él, yo sabía cuando detenerme.
—Vamos Alexander, no serías capaz de acusarme.—Respondí, sin dejar mi sonrisa sardónica. Ni él era capaz de acusarme, ni yo, así que una vez más, una discusión vacía y sin motivos se iba a desatar. ¿Por qué siempre hacíamos eso? No lo sé, aún no había descubiertos los motivos exactos, tenía una que otra teoría, una guerra de egos sobre caos por ejemplo, pero nada muy acertado, ni facto.—No me digas así—Murmuré entre dientes, con cierto brillo en mi mirada, aquel que sabía bien, dejaba expresar cuando se referían a mi y a esa maldición de esa manera, podía resultar gracioso para algunos, pero yo misma le ponía la misma seriedad que Drew a su condición de hombre lobo, aquella diferencia había arruinado mi vida, por algo que nadie sabría nunca, nada comparado a la soledad en Hogwarts, que había sido parte del castigo que merecía. Me rasqué la cabeza, intentando que todos mis músculos se relajaran, evitando una vez más el confrontamiento.—Un pequeño consejo, no utilices lumus antes de adentrarte al bosque lo suficiente, llama demasiado la atención, amateur—Bromee, no pudiendo más con mi propio carácter, y manera de ser, sobre todo frente a él.
El silencio se quebró, luego de mis palabras, allá, sobre las copas, varias aves, que supuse lechuza extendieron sus alas consecutivamente para perderse en el oscuro firmamento, todo, a causa de un simple relámpago, bello, y audaz, que había sido soltado allá en el cielo. Adoraba las tormentas, más que a nada, el sonido de la lluvia caer, y de los relámpagos rompiendo el silencio, definitivamente prolongaría mi estadía por los terrenos hasta que ocurriera el fenómeno climático, y luego iría a la cama, después de todo, era fin de semana, podría darme una ducha, y dormir algunas horas hasta el desayuno.
Bajé la mirada, para encontrarme una vez más con Alex.—Nada bueno debes tramar V, hace noches que te veo rondando—Admití, revelando que me había percatado de que se retiraba más temprano que todos los demás a su habitación, y luego, entre las respiraciones acompasadas de mis compañeras, oía el sonido del cuadro que protegía la entrada y salida de la Sala Común, abrirse, y segundos más tarde volver a cerrarse, sin embargo, dos noches consecutivas había visto su figura adentrarse al bosque. Dos noches en las que había optado por sentarme al borde la ventana. Me di cuenta de mi error, y titubeé antes de hablar de nuevo.—Me refiero..a que me comentaron.—Agregué, sintiendo un ligero calor en mi rostro.
Alexander Vance. Gryffindor. 16 años. Buscador del equipo de Quidditch. Compañero de castigos, y alguien con quién siempre, no importaba el momento, acababa discutiendo. A veces creía que me molestaba adrede. Iza, por otro lado, siempre me miraba de aquella forma cuando me quejaba de él, una forma particular que nada me gustaba, pero que siempre ponía en situaciones como aquellas. Drew..él, sólo fruncía los labios. Creo que en el fondo se aguantaba de no ir a quitarle un par de puntos sólo por su comportamiento para conmigo. Sin embargo, y fuera de aquellas particularidades, éramos buenos amigos.
Enlacé mis brazos, por encima de mi pecho, observándole directamente a los ojos, con una sonrisa burlona dibujada en la comisura de mis labios. Sí había algo en que nos parecíamos, me costara infinitamente admitirlo, era en los comportamientos. Los profesores más amargos, aún, buscaban quién de los dos era la malainfluencia perfecta. Hasta el momento, y por lo que había oído en sus charlas de mayores maduros hablando sobre la educación, íbamos bastante empatados.
Métodos distintos, pero con el mismo fin, a diferencia de él, yo sabía cuando detenerme.
—Vamos Alexander, no serías capaz de acusarme.—Respondí, sin dejar mi sonrisa sardónica. Ni él era capaz de acusarme, ni yo, así que una vez más, una discusión vacía y sin motivos se iba a desatar. ¿Por qué siempre hacíamos eso? No lo sé, aún no había descubiertos los motivos exactos, tenía una que otra teoría, una guerra de egos sobre caos por ejemplo, pero nada muy acertado, ni facto.—No me digas así—Murmuré entre dientes, con cierto brillo en mi mirada, aquel que sabía bien, dejaba expresar cuando se referían a mi y a esa maldición de esa manera, podía resultar gracioso para algunos, pero yo misma le ponía la misma seriedad que Drew a su condición de hombre lobo, aquella diferencia había arruinado mi vida, por algo que nadie sabría nunca, nada comparado a la soledad en Hogwarts, que había sido parte del castigo que merecía. Me rasqué la cabeza, intentando que todos mis músculos se relajaran, evitando una vez más el confrontamiento.—Un pequeño consejo, no utilices lumus antes de adentrarte al bosque lo suficiente, llama demasiado la atención, amateur—Bromee, no pudiendo más con mi propio carácter, y manera de ser, sobre todo frente a él.
El silencio se quebró, luego de mis palabras, allá, sobre las copas, varias aves, que supuse lechuza extendieron sus alas consecutivamente para perderse en el oscuro firmamento, todo, a causa de un simple relámpago, bello, y audaz, que había sido soltado allá en el cielo. Adoraba las tormentas, más que a nada, el sonido de la lluvia caer, y de los relámpagos rompiendo el silencio, definitivamente prolongaría mi estadía por los terrenos hasta que ocurriera el fenómeno climático, y luego iría a la cama, después de todo, era fin de semana, podría darme una ducha, y dormir algunas horas hasta el desayuno.
Bajé la mirada, para encontrarme una vez más con Alex.—Nada bueno debes tramar V, hace noches que te veo rondando—Admití, revelando que me había percatado de que se retiraba más temprano que todos los demás a su habitación, y luego, entre las respiraciones acompasadas de mis compañeras, oía el sonido del cuadro que protegía la entrada y salida de la Sala Común, abrirse, y segundos más tarde volver a cerrarse, sin embargo, dos noches consecutivas había visto su figura adentrarse al bosque. Dos noches en las que había optado por sentarme al borde la ventana. Me di cuenta de mi error, y titubeé antes de hablar de nuevo.—Me refiero..a que me comentaron.—Agregué, sintiendo un ligero calor en mi rostro.
May Van Hart- Alumn@ Gryffindor
- Mensajes : 22
Galeones : 711
Fecha de inscripción : 11/07/2011
Re: The only way we feel alive {Alex}
—No sería capaz, a no ser que tú lo fueras.—repuse con sencillez sonriendo, mientras metía las manos en los bolsillos dejando los pulgares fuera, con ésa actitud chulesca que me acompañaba siempre, la misma que solía meterme en tantos problemas, preguntandome porqué motivo May no podía simplemente dejarlo pasar. Ella y yo siempre discutíamos. Por y en todo. Ya fuera por demostrar quien era mejor en las bromas - en lo cual, debía reconocer, íbamos algo empatados - o tan sólo por haber respirado demasiado cerca del otro. Iba en nuestra naturaleza.—Nunca entenderé porqué odias tanto tu "poder"—hice comillas con los dedos en el aire, enarcando una ceja.—¿No se te ha ocurrida pensar que podrías hacerte millonaria? ¡Podrías decirme quién ganará la copa de Quidditch!—a mi parecer era una buena idea aunque a sabiendas del rencor que sentía la joven por su don, la consideraba capaz de dejarme petrificado en el bosque hasta mañana por haber bromeado con el tema. Pero no la comprendía, realmente. ¿Qué podía tener de malo ver el futuro? Evitar sucesos que no querías que pasaran, saber con antelación todo...yo lo veía positivo, la verdad.
Me rasqué distraídamente la nuca con aire pensativo. A mí siempre me había atraído el tener algún rasgo especial que me hiciera destacar, quizás en parte por eso tenía esa obsesión con conseguir convertirme en animago, y, sin embargo, May que era especial, diferente, protestaba e intentaba renegar de ello. Raro cuanto menos. Sacudí la cabeza regresando a la situación actual y me encogí de hombros, indiferente.—Es que me da igual si me cojen o no. Tampoco es que me vayan a expulsar...y si lo hacen, siempre tendré Durmstrang.—señalé divertido con la tranquilidad que solía caracterizarme. A veces me preguntaba cómo era posible que alguien tan relajado como yo provocase tanto caos en apenas unos instantes.—Además...
El sonido de un relampago no demasiado lejos de nosotros interrumpió mi siguiente frase. Durante unos segundos lo único que se escuchó fue el eco de varias aves alzando el vuelo de forma apresurada, temerosas de aquel estruendo. Luego, el resplandor del luz que traía el rayo consigo. Debía estarse aproximando una tormenta. Hice una mueca, me agradaba la lluvia, pero no los truenos, nunca me dejaban dormir a gusto...—¿Qué?—me giré de nuevo hacia May. ¿Y ella como sabía lo que hacía o dejaba de hacer por las noches? Noté que pareció un poco incómoda y tuve la decencia de no señalarlo. Principalmente porque yo tampoco estaba lo que se dice a gusto con este tema.—Yo...no...sólo visito el bosque.—de todas las idioteces que podría haber dicho, esta se lleva el premio. Cambié mi expresión a una de picardía burlona. Al menos era un buen actor...—Ah, bueno, supongo que puedo confiar en ti, Van Hart. Pero debes prometer ayudarme, o te lanzaré un avada.—amenacé serio para luego sonreír. El humor negro me encantaba.
Me rasqué distraídamente la nuca con aire pensativo. A mí siempre me había atraído el tener algún rasgo especial que me hiciera destacar, quizás en parte por eso tenía esa obsesión con conseguir convertirme en animago, y, sin embargo, May que era especial, diferente, protestaba e intentaba renegar de ello. Raro cuanto menos. Sacudí la cabeza regresando a la situación actual y me encogí de hombros, indiferente.—Es que me da igual si me cojen o no. Tampoco es que me vayan a expulsar...y si lo hacen, siempre tendré Durmstrang.—señalé divertido con la tranquilidad que solía caracterizarme. A veces me preguntaba cómo era posible que alguien tan relajado como yo provocase tanto caos en apenas unos instantes.—Además...
El sonido de un relampago no demasiado lejos de nosotros interrumpió mi siguiente frase. Durante unos segundos lo único que se escuchó fue el eco de varias aves alzando el vuelo de forma apresurada, temerosas de aquel estruendo. Luego, el resplandor del luz que traía el rayo consigo. Debía estarse aproximando una tormenta. Hice una mueca, me agradaba la lluvia, pero no los truenos, nunca me dejaban dormir a gusto...—¿Qué?—me giré de nuevo hacia May. ¿Y ella como sabía lo que hacía o dejaba de hacer por las noches? Noté que pareció un poco incómoda y tuve la decencia de no señalarlo. Principalmente porque yo tampoco estaba lo que se dice a gusto con este tema.—Yo...no...sólo visito el bosque.—de todas las idioteces que podría haber dicho, esta se lleva el premio. Cambié mi expresión a una de picardía burlona. Al menos era un buen actor...—Ah, bueno, supongo que puedo confiar en ti, Van Hart. Pero debes prometer ayudarme, o te lanzaré un avada.—amenacé serio para luego sonreír. El humor negro me encantaba.
Alexander Vance- Alumn@ Gryffindor
- Mensajes : 55
Galeones : 693
Fecha de inscripción : 23/07/2011
Temas similares
» Relaciones de Alex n_n
» #You make me feel like... na na na ·Izadora Vlaming·
» I feel like an Angel... || Relaciones de Carter
» #You make me feel like... na na na ·Izadora Vlaming·
» I feel like an Angel... || Relaciones de Carter
Página 1 de 1.
Permisos de este foro:
No puedes responder a temas en este foro.
Sáb Sep 17, 2011 2:37 pm por Invitado
» New Generation Potter (afiliación normal)
Mar Sep 13, 2011 9:55 am por Invitado
» The Scars Never Die {3ra Generación HP {Élite
Lun Ago 15, 2011 4:15 pm por Invitado
» I'll do what I want 'cause this is my life ♪ # De Relations
Lun Ago 15, 2011 5:38 am por Memoki Campbell
» Cave Inimicum; el pasado interviene en el futuro [foro nuevo]
Sáb Ago 13, 2011 7:05 pm por Invitado
» Test de Dani
Sáb Ago 13, 2011 3:46 pm por Valerie Vólkova
» - Registro de Patronus -
Sáb Ago 13, 2011 3:44 pm por Valerie Vólkova
» - Registro de Avatars -
Sáb Ago 13, 2011 3:44 pm por Valerie Vólkova
» Magic's Whisper{Afiliación Normal}
Sáb Ago 13, 2011 6:45 am por Invitado